Tras el apagón, la cadena de suministros de alimentos caerá. La falta de combustible en las gasolineras, el fallo de las telecomunicaciones y el colapso de las carreteras provocarán un desabastecimiento generalizado en comercios y supermercados.
Todos los eslabones de la cadena de producción alimentaria se verán interrupidos, ya que su funcionamiento depende directamente de la electricidad: fábricas, granjas, cultivos, embaladoras, sistemas logísticos, sistemas informáticos, distribución, control de calidad... Todo quedará paralizado, y los alimentos no llegarán a la población.
Será imposible sacar dinero del cajero o pagar con tarjeta. Las grandes superficies cerrarán sus puertas al no poder cobrar a los clientes y por el miedo a los saqueos. Solo algunos pequeños comercios venderán algo las primeras horas, y podrás pagar si dispones de dinero en efectivo, «ver truco», pero más pronto que tarde, caerán en la cuenta de que la mejor opción es cerrar y guardar las existencias que queden para sus familias.
El gobierno y los militares intentarán controlar la situación repartiendo agua y alimentos, pero pronto se verán colapsados por la gigantesca demanda, sobretodo en las grandes ciudades ¿Te imaginas esta situación en Madrid, Barcelona o Valencia? ¿Podrá el ejercito garantizar dicho suministro para toda la ciudad? La respuesta es obvia: No.
A los pocos días, cuando la población tome conciencia de la situación, y el miedo, el hambre y la sed, asomen sus patitas por debajo de la puerta, comenzará una oleada de histeria, saqueos y violencia sin precedentes. Los instintos más primarios del ser humano aflorarán, y las calles se volverán muy peligrosas para ti y los tuyos. La mejor opción será almacenar agua, víveres y todo lo necesario con anterioridad, para resistir en tu emplazamiento sin tener que salir de él, o saliendo solo cuando sea estrictamente necasario.